Los primeros años de vida juegan un papel fundamental para el desarrollo del niño. En ningún momento de su vida, el desarrollo irá tan rápido en la adquisición de información y estrategias de aprendizaje, ni habrá tantos cambios y tan importantes, por tanto, en qué, cómo y cuándo le estimulemos, tendrá un efecto considerable en su futuro.
En estos primeros años el sistema nervioso presenta una gran plasticidad por lo que asimila, elabora e integra con mayor rapidez todas las experiencias y sensaciones. Se crean, gracias a la denomina plasticidad neuronal, nuevas conexiones neuronales y en mayor número que en edades posteriores.
Cerca del 7% de los nacidos en España necesitan ayuda para fortalecer su desarrollo en esta primera infancia. Las causas pueden ser dificultades físicas, psíquicas, sensoriales, madurativas, etc. Este grupo de niños puede necesitar en un momento determinado los servicios de Atención Temprana.
La Atención Temprana interviene justamente en estos primeros años. Se define como:
“Conjunto de intervenciones, dirigidas a la población infantil de 0-6 años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta lo más pronto posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos”.
El principal objetivo de la Atención Temprana es que los niños que presentan trastornos en su desarrollo o tienen riesgo de padecerlos, reciban todo aquello que, desde la vertiente preventiva y asistencial, pueda potenciar su capacidad de desarrollo y de bienestar, posibilitando de la forma más completa su integración en el medio familiar, escolar y social, así como su autonomía personal.
Estimulación: el principal nutriente del sistema nervioso
Según la Neurología, el sistema nervioso alcanza su potencial de desarrollo de manera completa con la ayuda de estímulos externos. Dichos estímulos le permiten poner en marcha, desarrollar y perfeccionar sus funciones. Se sabe de la importancia del medio ambiente en el que el bebé comienza a desarrollarse y cómo todos los estímulos que vienen de su entorno, moldean la estructura de su cerebro.
Si las condiciones del medio ambiente son favorables al desarrollo cerebral, el niño tendrá la oportunidad de potenciar sus habilidades de manera importante. Durante estos primeros años de vida, todo lo que rodea al niño le sirve como estimulación. La plasticidad cerebral de la infancia o la capacidad que tiene el cerebro para modificarse con el aprendizaje, depende fundamentalmente de dos factores: la edad y la experiencia vivida.
Cuando existe un trastorno que ralentiza o frena el desarrollo infantil, no basta solamente con los estímulos que rodean al niño en su entorno cotidiano. Es en este momento donde la Atención Temprana juega un papel imprescindible como herramienta para potenciar el normal desarrollo de las facultades del niño, realizando programas y estrategias de intervención adecuadas a cada uno.
La evolución de los niños con alteraciones en su desarrollo va a depender de forma importante del momento en que se inicie la intervención. Es necesario detectar precozmente las posibles necesidades que tiene y poder dar respuesta lo más pronto posible, obteniéndose así un mejor pronóstico.
La eficacia del programa de Atención Temprana dependerá:
1) De un diagnóstico precoz.: El pediatra de Atención Primaria es el primer agente en la detección y siempre tendrá en cuenta:
* La historia clínica.
* Seguimiento de los recién nacidos con factores de riesgo o lesiones establecidas al alta de las Unidades Neonatales.
* Seguimiento de recién nacidos sin riesgos detectados en la época neonatal.
* Escucha a las familias, siendo estas el detector más precoz de las señales de alerta en el desarrollo. No se debe, por lo tanto, hacer oídos sordos ante la sospecha familiar de la existencia de un trastorno.
2) De la precocidad de la intervención.
* Permitiendo crear bases sólidas para las posteriores habilidades.
* Creando un espacio para resolver dudas de las familias y aprender sobre los proceso de aprendizaje de su hijo. Con asesoramiento personalizado, a fin de saber evitar o reducir la aparición de déficits como consecuencia del trastorno o situación de alto riesgo.
3) La participación de la familia. Proveen los cuidados principales al niño.
* La intervención debe ser efectuada, fundamentalmente
por la familia, con el asesoramiento y guía de los especialistas. No se debe separar la ayuda al niño de la formación y acompañamiento que precisen los padres.
* La actuación de los equipos de Atención Temprana, se llevará a cabo desde la escucha y el respeto, ofreciendo el apoyo profesional, informando y aceptando en todo momento las decisiones de las familias. Cuando se cuida la familia el niño presenta mejores avances.
* De la participación de la familia dependerá en gran parte la eficacia el tratamiento. Es necesario crear un entorno adaptado, en el que las familias puedan responder a las demandas de sus hijos y aprovechar las oportunidades de desarrollo que da la cotidianidad del día a día.
Algunas recomendaciones generales para realizar una buena estimulación
El juego: Es la mejor metodología. Los aprendizajes se adquieren con mayor calidad si se realizan a través del juego. En las primeras etapas de la vida, es el cerebro emocional y no el racional el que esta predeterminado y diseñado para aprender, los niños mientras disfrutan y se divierten integran nuevos conceptos. El cerebro si hay emoción, esta despierta la curiosidad, el interés, la memoria y la atención. Las experiencias que causan fuertes emociones crean recuerdos muy claros y a largo plazo.
Individualidad: Cada niño es único y diferente, con diferentes ritmos de aprendizaje, con lo cada niño aprenderá a diferente ritmo. Sera el adulto el que conociéndole se adaptará a sus necesidades.
Trabajo en su día a día: Una de las claves para una correcta estimulación temprana, es tomar conciencia de que será su entorno más próximo desde casa, en su día a día y en sus rutinas donde encontraremos todas las situaciones estimulantes necesarias para su desarrollo y que y que aprovechando las mismas se le proporcionaran al niños los estímulos básicos.
Cuidar la sobreestimulación: Obremos con sensatez a la hora de distribuir los tiempos de nuestros hijos, y su salud nos lo agradecerá.
Involucremos en cualquier actividad todo su cuerpo: Percepción sensorial, habilidades motoras, habilidades lingüísticas, todas ocurren en sincronía.
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